viernes, 1 de febrero de 2013

LUNATICA



La luna reina del valle andaluz
se asomó hasta el río de los moros
a despedir a ese sol que se zambulle
en una eclosión de destellos de oro.

Mientras los juanelos regresaban
con su carga fresca de mar del día,
dibujando esas espumosas estelas
hacia Bonanza pasando por Bajo Guía.

Oscuridad paulatina entre los  pinos,
horizontes marismeños del fondo
avistados hacia el norte tras la salinas,
mientras las luces se esconden
y la tarde sanluqueña caía.

En pocos instantes,
una penumbra blanca de luna
arrulla a las estrellas arriba,
poniendo a la noche andaluza
una pintura de anochecida.

Nueva, creciente, menguante,
o tan llena como una esfera incombustible
que apagará la mañana tras la madrugada,
los enamorados quieren conseguirla,
y los niños quieren abrazarla,
luna preciosa sobre mi pueblo,
esa protección de lunática mágica.


José Manuel Monge Alvarez (Sanlúcar de Barrameda,  Octubre de 1964)

LA LUNA Y LA ROSA



En el silencio estrellado
la Luna daba a la rosa,
y el aroma de la noche
le henchía sedienta boca.
El paladar del espíritu,
que adurmiendo su congoja
se abría al cielo nocturno
de Dios y su Madre toda...
Toda cabellos tranquilos,
la Luna, tranquila y sola,
acariciaba a la Tierra
con sus cabellos de rosa
silvestre, blanca, escondida...
La Tierra, desde sus rocas,
exhalaba sus entrañas
fundidas de amor, su aroma...
entre las zarzas, su nido,
era otra luna la rosa,
toda cabellos cuajados
en la cuna, su corola;
Las cabelleras mejidas
de la Luna y de la rosa
y en el crisol de la noche
fundidas en una sola...
En el silencio estrellado
la Luna daba a la rosa
mientras la rosa se daba
a la Luna, quieta y sola.

Miguel de Unamuno (Bilbao 1864 - Salamanca 1936)

LA LUNA VINO A LA FRAGUA



La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
-Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
-Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.

-Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
-Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño
tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

Cómo canta la zumaya,
¡Ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.

Federico Garcia Lorca (Fuente Vaqueros -Granada 1898, Viznar -Granada 1936)

Y LA LUNA ERAS TU




Y la luna eras tú.
Una luna creciente, blanca, fría.
Mirabas hacia el mar y hacia las cosas
que no eran yo.
Y con cuánto silencio te gritaba
-Creciente, blanco, frío yo también-:
"Mírame, mírame,
Ay, mírame mirarte..."

Antonio Gala (Brazatortas - Ciudad Real 1930)

NOCHE DE AMOR INSOMNE




Noche arriba los dos con luna llena,
yo me puse a llorar y tú reías.
Tu desdén era un dios, las quejas mías
momentos y palomas en cadena.

Noche abajo los dos. Cristal de pena,
llorabas tú por hondas lejanías.
Mi dolor era un grupo de agonías
sobre tu débil corazón de arena.

La aurora nos unió sobre la cama,
las bocas puestas sobre el chorro helado
de una sangre sin fin que se derrama.

Y el sol entró por el balcón cerrado
y el coral de la vida abrió su rama
sobre mi corazón amortajado.

Fecerico Garcia Lorca (Fuente Vaqueros -Granada 1898, Viznar -Granada 1936)

LAS LENGUAS DE DIAMANTE




Bajo la luna llena, que es una oblea de cobre,
vagamos taciturnos en un éxtasis vago,
como sombras delgadas que se deslizan sobre
las arenas de bronce de la orilla del lago.

Silencio en nuestros labios una rosa ha florido.
¡Oh, si a mi amante vencen tentaciones de hablar!,
la corola, deshecha, como un pájaro herido,
caerá, rompiendo el suave misterio sublunar.

¡Oh dioses, que no hable! ¡Con la venda más fuerte
que tengáis en las manos, su acento sofocad!
¡Y si es preciso, el manto de piedra de la muerte
para formar la venda de su boca, rasgad!

Yo no quiero que hable. Yo no quiero que hable.
Sobre el silencio éste, ¡qué ofensa la palabra!
¡Oh lengua de ceniza! ¡Oh lengua miserable,
no intentes que ahora el sello de mis labios te abra!

¡Bajo la luna-cobre, taciturnos amantes,
con los ojos gimamos, con los ojos hablemos.
Serán nuestras pupilas dos lenguas de diamantes
movidas por la magia de diálogos supremos.

Juana de Ibarbourou (Uruguay 1892 - 1979)